Los asuntos que nos duelen, que limitan nuestra capacidad de amar y de amarnos tienen el origen, en gran medida, en las dinámicas inconscientes que tenemos con nuestro sistema familiar. Y es precisamente esto lo que exploramos y ordenamos cuando trabajamos con Constelaciones Familiares.

Esta revolucionaria herramienta terapéutica, desarrollada por Bert Hellinger (Alemania 1925-2019), pone el foco en como los hechos difíciles que les han ocurrido a nuestros anteriores (esencialmente nuestros hermanos, padres, abuelos e incluso bisabuelos) impactan en el inconsciente familiar y nos comprometen a los posteriores en el intento de hacernos cargo de ello.

En nuestra naturaleza más primaria necesitamos los vínculos para sobrevivir, no podemos hacerlo solos. Esta necesidad primitiva básica opera en nosotros desde antes de nacer y nos impulsa a vincularnos ya que ello garantiza nuestra supervivencia, somos mamíferos. Las Constelaciones Familiares son la ciencia de nuestros vínculos, miramos su arquitectura y si en esta geometría sistémica ocupamos el lugar que nos corresponde o no. Vemos que, si se cumplen unos órdenes, unas leyes, ello nos trae libertad, expansión y salud. Si, por el contrario, hay desorden, normalmente esto trae conflictos, repetimos patrones que nos limitan, sentimos desdicha.

Estos órdenes son muy obvios, casi parecen simples, pero ahondar en ellos, comprender su profundidad, es más complejo. El primero de estos órdenes es que cualquier miembro de nuestro sistema familiar tiene su lugar. Dicho en otras palabras, en nuestra red familiar no podemos excluir a nadie. La exclusión daña el alma familiar ya que en el mándala familiar no puede faltar nadie. El segundo orden es el que dice, que sólo podemos ocupar el lugar que nos corresponde por nacimiento. No podemos ocupar el lugar que les corresponde a otros. Sólo estamos en sintonía con nuestra vida, sólo tenemos fuerza, si estamos en el lugar que nos corresponde, ya que de hecho es el único que tenemos. Finalmente, el tercer orden es el que cuida la dignidad del intercambio. Las relaciones, los vínculos, son cuidados si hay un equilibrio entre los que se da y lo que se recibe. Al contrario de lo que promulga el amor romántico, dar demasiado no cuida nuestras relaciones, genera desequilibrios, desprecia, hace pequeño al otro.

Las Constelaciones Familiares se pueden trabajar en un contexto de terapia individual o también en talleres grupales.  En ambos casos configuramos nuestra red vincular, exploramos la dinámica profunda y el lugar que ocupamos en ella. Y sobre todo como estar más ordenados en nuestra red familia. Normalmente esto trae profundidad, claridad, comprensiones des de las que resulta más sencillo solucionar o reparar los asuntos que nos traen a terapia.

Las constelaciones familiares son en esencia una invitación a aprender a amar (y amarnos) mejor. Aprender que el buen amor es el amor adulto. El amor que reconoce e incluye, el amor ordenado, el amor que dignifica.

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