¡Cuántas veces he escuchado esto en las sesiones de terapia individual!

El silencio. Tan callado como doloroso. No conocer los hechos de mi linaje es un síntoma del congelamiento del sistema familiar. Lo ocurrido ha tenido que ser (aparentemente) olvidado. Tapado. Excluido. Y lo ha sido porqué duele. En constelaciones familiares vemos que en realidad no somos capaces de excluir a nada ni a nadie. Somos profundamente leales, a todo y a todos. El asunto, “el temón”, es que no somos conscientes de ello. Y aquí empiezan los líos.

No conocer los hechos de mi linaje habla de cómo funciona mi sistema familiar: de la distancia, de la desconexión, de la calidez de mis vínculos. ¿Qué tuvo que ser protegido? ¿Quién tuvo que ser silenciado? ¿Qué hecho no pudo ser mirado? De cómo el sistema se protegió del Trauma.

La voz no hablada de nuestro sistema familiar está viva en todos nosotros, en nuestros cuerpos. Empezar a escuchar aquello que quedó congelado. Narrar la historia desde otros lugares, sin juicio, con tiempo y seguridad trae calidez, cercanía y reconciliación. Nos da permiso para hablar nuestras propias voces. Nos conecta con la Vida. Y sobre todo, permite dejar el presente libre de pasado.

Ir al contenido