En cada uno de nosotros convergen una infinidad de vidas. Con sus alegrías, sus dolores, muchos miedos, heridas (más grandes o más pequeñas), y también recursos y talentos.
Todo ello crea en nosotros una actitud ante nuestra Vida que a veces nos limita, otras nos empuja. En esta encrucijada nos encontramos todos, entre el deseo de Ser quienes queremos ser, sin trampas, sin límites, con libertad. Y a la vez el anhelo profundo de pertenecer, de ser amados por los nuestros, de ser cuidados y sostenidos. Este conflicto es la semilla del Trauma, la fragmentación. Si pertenezco no soy (del todo) quien quiero Ser. Si sigo mi impulso innato de vivir libre a lo mejor me quedo solo. Si necesito amor soy vulnerable al dolor.
Vivir este conflicto des de la consciencia, des de la coherencia y sobre todo des de la más profunda responsabilidad es quizás la única manera de trascenderlo. De crecer. De no ser sólo el fruto de nuestras historias sino ser algo más. Ser en (la) realidad.